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El amor es eso, Regis Jauffret ( Trad. Ignacio Rodríguez, Dedalus, 2011)




Gracias a la editorial Dedalus, por primera vez aparece publicado en estas pampas este escritor francés, autor de una veintena de novelas y libros de relatos.

A no dejarse llevar por el título, el autor no propone una mirada romántica, rococó rosada o condescendiente sobre el amor. Nada de eso. El cinismo, el humor, la parodia y la ironía, inundan las páginas de estos brevísimos relatos. Un universo impersonal, individualista, donde el discurso amoroso parece construirse enlazado al espíritu del capitalismo, en lo que se refleja como una crítica descarnada y brutal a la liquidez que impera en los vínculos amorosos de esta época (o por lo menos, eso se empecinan en hacernos creer una y otra vez).

El sexo atraviesa buena parte de los relatos. Sexo programado, explosivo, sexo trámite. Las partes del cuerpo y sus fluidos enumerados como una lista de compras.

Personajes desquiciados, conservadores, trastornados y políticamente incorrectos que a modo de soliloquios nos cuentan sus historias. Una mujer nos dice el modo y las circunstancias a tener en cuenta para elegir el pene ideal (consejo: leer este relato con tono de presentadora de Utilísima, el resultado es desopilante), un hombre que por no escatimar sentimientos ama a dos hermanas, una mujer que reprocha a su amante que no quiera compartir con ella ni un mísero de sus tantos espermas, un pichón de anacoreta que decide no tener hijos por miedo al ruido y para quien su mujer es una prótesis eficaz para evitar el contacto con el mundo, y parejas que de común acuerdo deciden hacer como si se amaran, como dos actores que actúan Romeo y Julieta.

Jauffret se detiene allí donde el amor fracasa, donde se parodia a sí mismo, una casa primorosa que comienza a mostrar sus grietas, la pintura que comienza a descascararse, porque sabemos que no vamos a llegar a la cima. Pero estamos encordados y nos vamos a estrolar juntos contra la misma roca. Y en ese estrole es donde Jauffret hace foco.

Excelente la traducción realizada por Ignacio Rodríguez, respetando el tono propuesto por el autor nos acerca aún más al texto, alejándonos de esos españolismos a los que Anagrama nos tiene acostumbrados.

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